La experiencia de las personas consumidoras de SPA por vía inyectada en Bogotá

In Artículos by CAMBIE

Varios estudios apuntan que en Bogotá se extiende cada día más el consumo por vía inyectada de Sustancias Psicoactivas (SPA). Ante esta evidencia, ATS ha empezado a dar sus primeros pasos en la implementación del Programa de acceso a material higiénico de inyección, CAMBIE. Para ello, es fundamental contar con un buen diagnóstico que vaya más allá de aportar datos cuantitativos, poco fiables cuando se refieren a fenómenos tan ocultos y estigmatizados como el que se pretende abordar. Es necesario, entre otras, conocer las dinámicas del consumo inyectado en la ciudad, el perfil de la población usuaria, las sustancias consumidas y las prácticas de consumo asociadas, así como las barreras de acceso a servicios de salud y de tratamiento que debe enfrentar esta población, la discriminación que padece y la criminalización a la que es sometida.

Es por ello que durante los meses de julio, agosto y septiembre, además de analizarse la bibliografía y los datos existentes, se organizaron grupos focales y de discusión con personas consumidoras de heroína, entre otras sustancias. También se hizo observación participante focalizada en el consumo inyectado de ketamina en espacios de ocio. En total 57 usuarios y usuarias de drogas inyectadas (UDI), 14 mujeres, 2 trans y 41 hombres compartieron sus experiencias con el equipo de investigación, que contaba entre sus integrantes con la que ahora es coordinadora de pares, también UDI en consumo activo.

Se hizo evidente que en Bogotá el consumo inyectado es muy diverso, tanto en lo que se refiere a sustancias consumidas como al perfil de la población inyectora. Efectivamente, a través de la observación participante, en coordinación con el proyecto Échele Cabeza cuando se dé en la cabeza, pudo comprobarse cierta expansión del consumo inyectado de ketamina en sectores de población muy jóvenes. Esta, junto a la cocaína, se convierte en sustancia de transición a la inyección de heroína. Una vez perdido el miedo a la aguja, el paso de una a otra sustancia resulta más sencillo, aunque la heroína suele ser la última sustancia incorporada al consumo y sobre la que recae más estigma. Una vez se empieza a consumir heroína, la presencia de la ketamina suele desaparecer. No pasa lo mismo con la cocaína, que juega un papel complementario. El speedball, mezcla de heroína y cocaína en la misma jeringa es muy popular.

La ketamina sigue siendo una droga de uso mayoritariamente recreativo que se da en espacios de ocio nocturno y en parche. Su compra directa en las veterinarias cada vez es más dificultosa dados los estrictos controles implementados en los últimos años, suele adquirirse al igual que otras sustancias de uso recreativo mediante algún/a dealer de confianza o en los propios espacios de consumo. La heroína, en cambio, es más solitaria y el consumo suele asociarse a contextos más privados e íntimos. La forma de acceder a ella es acudiendo a los propios lugares de expendio, acordando una cita vía telefónica cerca de estos o recibiendo la sustancia a domicilio, lo que implica un incremento en su precio.

Tanto en el consumo de una u otra sustancia se detectan prácticas de riesgo que convierten a esta población en uno de los grupos más vulnerables ante el VIH y el VHC. Si bien existe cierta consciencia de los riesgos de compartir la jeringa, aunque se sigue haciendo cuando se considera que la otra persona es de mucha confianza, no pasa lo mismo con el resto de parafernalia necesaria para la inyección. Es muy común entre las persona consumidoras de ketamina compartir frasco e introducirle diversas jeringas ya utilizadas.

El alto precio de la parafernalia hace que, a medida que aumenta el consumo, sea cada vez más inaccesible utilizar material nuevo para cada inyección, incrementándose así los riesgos de padecer infecciones. Además se denuncia, por una parte, que muchas farmacias se niegan a vender jeringas si se sospecha que se trata de población UDI. Por otra parte, que en los casos en que la policía encuentra material de inyección, por lo general lo destruye.

En general se desconocen técnicas de inyección: no se alternan venas, no se distingue la diferencia entre estas y las arterias, no se sabe hacia qué dirección debe insertarse la aguja, no existen prácticas higiénicas ni antes ni después de la inyección. Son muchas las personas contactadas para este diagnóstico que reconocen haber tenido complicaciones por alguna de estas razones.

El alto número de personas que consumen en la soledad de sus casas por miedo a ser identificadas como UDI es especialmente preocupante, si se tiene en cuenta que uno de los mayores riesgos asociados al consumo de heroína es el de padecer una sobredosis y estar solo/a es una de las primeras causas de muerte. Se detectan en este sentido también otras prácticas de riesgo: mezclar sustancias, especialmente alcohol, benzodiacepinas o metadona; no tener en cuenta la pérdida de la tolerancia, no controlar la propia dosis, han sido las causas más señaladas entre la población que participó en el diagnóstico. Todas las personas que consumían heroína tenían experiencias de sobredosis, en general más de una, tanto propia como ajena. Existe un desconocimiento generalizado en qué hacer si se encuentran con algún caso, optando por baños de agua fría o cachetazos, nada recomendado.

Más allá de las consecuencias para la salud, el consumo vía inyectada acarrea otras situaciones derivadas del estigma y la discriminación que devienen barreras de acceso a servicios de salud y de tratamiento, agravando todavía más la situación de vulnerabilidad a la que se enfrenta esta población. Así, son varias las personas que se muestran reacias a acudir al hospital o pedir ayuda debido a malas experiencias previas en cuanto al trato recibido.

Especialmente grave resulta la falta de adecuación de los tratamientos que denuncia la población participante en los grupos focales y de discusión. Acceder a programas de mantenimiento con metadona es sumamente complicado y a menudo las dosis resultan insuficientes. En relación a los tratamientos en comunidades terapéuticas se denuncian situaciones de flagrante vulneración de derechos: ingresos forzados, malos tratos e incluso alguna persona asistente a los grupos mencionó la violación.

Todo lo señalado hasta el momento pone sobre la mesa la necesidad de implementar programas dirigidos a esta población, creando estrategias diversas que logren abarcar su heterogeneidad. En este sentido CAMBIE se plantea un abordaje complejo que permita además de repartir y recoger material de inyección, brindar información útil a la población usuaria, potenciar espacios libres para compartir y retroalimentar experiencias, asesorar en recursos existentes y rutas de acceso a derechos sociales y de salud. También formar en inyección higiénica, prevención y manejo de sobredosis, salud sexual y reproductiva, VIH y hepatitis, además de motivar a la prueba rápida con acompañamiento pre y post test.

Sólo partiendo de la experiencia y el conocimiento de la población UDI es que pueden ponerse en marcha programas de reducción de daños adecuados y efectivos. Por esta razón, para la puesta en marcha de CAMBIE se ha considerado fundamental contar de manera estructural con ellos y ellas tanto en su diseño, como para lo que se espera sea su implementación, seguimiento y evaluación.

Además se ha hecho evidente la necesidad de articular mecanismos de representación de la población UDI con capacidad de incidencia en las políticas públicas de las que son población diana, con el fin de visibilizar sus necesidades e intereses específicos, teniendo en cuenta su diversidad y capacidad de decisión y garantizar el respeto a sus derechos.